No es una disto-pía, ya es una realidad. Nos mantienen abarrotados de información inútil mientras escanean cada una de nuestras acciones. No es visible, pero cada interacción en la red deja un rastro ineludible de nuestra «huella digital». Hace días atrás, el parlamento europeo estuvo a punto de aprobar la intromisión de la vigilancia permanente en nuestros dispositivos móviles. Pero, nosotros absortos con la mirada fija en nuestras pantallas si acaso nos enteramos del asunto
¿Porque las principales entidades bancarias de este país, realizan un seguimiento exhaustivo de nuestro consumo de carbono por medio de nuestros movimientos bancarios a través de las compras?
¿Porque debemos realizar en las entradas de los principales aeropuertos nacionales un control en firme biométrico, cuando nuestras fronteras enfrentamos un drama diario?
Muchas entidades públicas y privadas están siendo victimas de ataques ciber-digitales y ningún medio se hace eco de ello.
No recibimos información veraz y no sesgada de nuestros deberes y derechos como ciudadanos digitales del siglo XXI. Digo esto porque por el hecho de manejar certificados digitales avalados por entes gubernamentales no garantizan nuestra seguridad. Así como no hemos sido formados en educación financiera; lo mismo ocurre con el manejo de nuestra vida en la red.
Cientos de bots e IA invaden las redes y no somos conscientes de ello porque nos encontramos tan sumidos en nuestros propios asuntos, que todo lo antes expuesto nos parece ajeno, pero no lo es.
Un día tras otro perdemos libertades:
- Cuando aceptamos sin leer los «Términos y condiciones» de una aplicación.
- Cuando nos coartan la libertad de escoger que plataforma utilizar para la gestión de la educación de nuestros hijos.
- Cuando somos obligados a usar plataformas intrusivas con nuestra privacidad para realizar trámites con entes públicos.
- Cuando nuestras propias entidades financieras utilizan un lenguaje farragoso e intelligible, en mensajes u operaciones que afecten nuestro patrimonio por medio de sistemas que solo aceptan códigos numéricos con un limitado grupo de caracteres.
- Y así la lista sería tan extensa como perjudicial.
¿Seremos capaces de reaccionar o seguiremos inmersos en esta catarsis que nos mantiene clavados a los sillones o butacas de nuestro salón, creyendo que a golpe de teclado solucionamos los problemas que nos afectan?
Y tú? Que piensas acerca de todo esto?